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Helen Heinrich tiene todo en la vida

Por Sara Vanessa Mora

Encontrar la felicidad en su vida personal llevó a Helen Heinrich, inmigrante rusa de 45 años de edad, a dejar su país y rehacer su vida en Estados Unidos.
 
“Llegué aquí con mi hija, [quien] acababa de cumplir los seis años cuando llegamos,” dijo Heinrich. “Me iba a casar con un hombre estadounidense”.

En 1992, un mes después de la muerte de su padre, Heinrich dejó a su madre y a su hermano. Subió a un avión junto con su hija Anna y viajó rumbo a Nueva York.  Lo más difícil para Heinrich no fue el viaje, sino salir de su país. 

“En ese tiempo no era muy común salir de Rusia”, señaló Heinrich. “Viví la mayor parte de mi vida encerrada dentro del país.  Para salir del país necesitábamos permisos especiales del gobierno. Por muchos años, el permiso para salir del país era lo más difícil de obtener”.

Pero una vez en EE.UU., temió por un instante que no la dejarían entrar.

“[A] un oficial de inmigración no le gustó algo de mis documentos y me amenazó con mandarme en el primer avión de regreso y enfatizó que tenía el poder de hacerlo”, recordó Heinrich. “No sé que fue lo que lo incitó a hacer eso, pero creo que sólo trataba de ejercer su poder”. 

“En ese momento él no podía ver a mi hija, que estaba detrás del mostrador”, agregó. “Después la escuchó diciéndome ‘mami, mami’ y dijo ‘deberías darle las gracias a tu hija, porque te voy a dejar entrar sólo por ella’”.

Heinrich no venía persiguiendo un sueño económico, ni huyó de su país por causas políticas, pero trató, como miles de inmigrantes, de encontrar un lugar en esta sociedad.

“Iba a dejar una clase de sociedad por otra sociedad completamente diferente”, explicó Heinrich. “No sabía cuál seria mi lugar en esta sociedad. Yo no sabía qué profesión perseguiría”.

Heinrich nació en 1963 en San Petersburgo, Rusia, antes conocida como Leningrado durante el periodo de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Tiene una licenciatura en ciencia de la información y, según recuerda, no fue hasta poco antes de venirse a EE.UU. que empezó a ver cambios democráticos en su país.

Doris Helfer, administradora del departamento de servicios técnicos, explicó que Heinrich tuvo que regresar a la escuela porque tenía un titulo de Rusia pero no de EE.UU.

“Creo que el regresar a obtener su maestría con una niña pequeña debe haber sido una tarea muy difícil”, dijo Helfer.

Luiz Mendes, bibliotecario electrónico, no lleva mucho tiempo trabajando con Heinrich pero le ha tomado bastante aprecio.

“Diría que su apuro aquí era el de proveer una buena vida y de tratar de balancear el trabajo con una carera profesional”, comentó Mendes.

La vida de Heinrich en EE.UU. no ha sido fácil. Se divorció y continuó estudiando. Recibió su maestría en ciencia de la información en el 2000, luego de pasar meses cuidando a su hija y del hogar, trabajando y estudiando. 

“Tiene las dos, belleza exterior e interior”, indicó Mendes. “Diría que es una bella persona”.

“Me gusta trabajar con ella”, agregó Helfer. “Es un amor, siempre muy interesada en lo que hablas”.

Ahora la felicidad de Heinrich es inmensa. Volvió a casarse y actualmente trabaja en CSUN como coordinadora de catalogación.  En el año 2007, escribió su primer libro titulado “La invasión del diario electrónico: Guía de un catalogador para la sobrevivencia.” (The E-Journal Invasion: A Cataloguer’s Guide to  Survival). 

“Mi libro es un libro para catalogadores”, explicó Heinrich. “Ni siquiera sé como me encontró el editor”.

Después de todo su esfuerzo, dedicación y lágrimas, Heinrich está en una etapa que considera la mejor de su vida, y vive contenta con logros y triunfos que, tal vez, no esperaba.

“Me gusta todo lo que hago y lo que tengo”, concluyó Heinrich. “Me gusta mi trabajo.  Me gusta mi profesión. Amo a mi familia. Me gusta Los Ángeles. Amo a mis amistades.  No hay nada mejor para desear que lo que ya tengo”.

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Nelson Lemus/ El Nuevo Sol
Helen Heinrich, una inmigrante rusa, trabaja en la biblioteca Oviatt en CSUN.