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(Des) adaptación y (des) integración cultural

Por Alonso Yañez

Cuando una persona decide mudarse a otro país, usualmente está preocupada por los ajetreos típicos del viaje y por alejarse de poco prometedoras situaciones económicas o políticas, y no toma en cuenta lo complicado que puede ser adaptarse en una sociedad
distinta.

Muchos inmigrantes dejan atrás mejores carreras y estatus en sus países de origen con tal de poder vivir con mayores oportunidades y libertades, y se dedican a una gran variedad de oficios, usualmente mal pagados, como Fidel Jordán, abogado peruano que llegó en el 2001 a Los Ángeles.

“Es volver a empezar de cero”, dijo Jordán, quien estudió una maestría
en ciencias políticas en la Universidad de Lima tras graduarse como abogado. “Es como un circuito que tienes donde naces, creces, conoces a amigos, familia, instituciones, conoces todo, pero cuando llegué acá, no conocía nada”.

“Estás en un desierto lleno de gente, pero solo y con un estilo de vida dife-
rente”, agregó.

Jordán llegó a EE.UU. con la idea de revalidar sus títulos universitarios, pero la falta de tiempo y la necesidad de ganar dinero alejaron esa alternativa hasta hacerla casi inalcanzable. Desde que llegó a Los Ángeles, trabajó en varios oficios, como jardinero, repartidor, trabajador en un restaurante de comida rápida, “telemarketero” y un par de oficinas legales.

En California, el 89 por ciento de los inmigrantes provienen de Latinoamérica o Asia y la historia de Jordán es una más entre los millones de inmigrantes que luchan por adaptarse. Los latinoamericanos son más de la mitad del total (55 por ciento), mientras que los asiáticos constituyen un tercio (34 por ciento) de los inmigrantes que han decidido buscar un futuro diferente en “el país de las oportunidades”.

Sin embargo, aunque Jordán es parte del 11 por ciento de inmigrantes que llegan a EE.UU. con estudios de posgrado, él no ha podido trabajar en su profesión desde que dejó su país. A nivel estatal, el 43 por ciento de inmigrantes latinoamericanos con un título universitario trabajan como mano de obra no especializada.

“Soy una persona que se adapta, como cualquier otra persona, a cualquier circunstancia por la necesidad que tiene”, comentó Jordán. “Tuve que dejar de lado mi preparación”.

Pero para él, dejar de lado todos sus años de estudio no significó un
trauma:

“No fue un golpe porque en mi familia me habían enseñado desde chiquito a trabajar en lo que sea”, añadió Jordán.

Jordán vino motivado por la inestabilidad laboral y política de Perú a fines de los 90. Después de diez años de haber ejercido un sinfín de trabajos que no duraban más de  unos meses, conoció detalladamente el sistema judicial de Perú mientras trabajó en él y acabó desilusionándose por la corrupción que vio.

Se sintió profundamente decepcionado porque había estudiado leyes para defenderlas y poder trabajar dentro del sistema judicial, “pero resulta que ese sistema no funcionaba porque había salido un señor en la televisión con un montón de dinero que compraba la ley y compraba los jueces”, dijo Jordán en alusión a Vladimiro Montesinos, asesor del Servicio de Inteligencia Nacional peruano durante el mandato del presidente Alberto Fujimori. Montesinos grabó en sus “vladivideos” los sobornos que dio a varios personajes influyentes de Perú.

“Era un sistema judicial completamente roto, resquebrajado, inmoral”, explicó Jordán. “Es como si estuvieras entre la espada y la pared, entonces lo que te queda es irte, a cualquier lugar, no importa dónde”.

Como muchos inmigrantes que llegan al país, Jordán cree que es importante aprender inglés para integrarse a la sociedad norteamericana, pero ninguno de los programas en que se matriculó lo satisficieron.

Después de probar varios programas nocturnos en el centro de Los Ángeles y el Valle de San Fernando, los dejó rápidamente por considerar que las clases eran muy numerosas e iban demasiado lento.

“Son sistemas mal llevados”, dijo Jordán “porque son muy largos, porque los materiales que utilizan no son muy buenos, no existen laboratorios y parece que no existen realmente las ganas de enseñar el idioma”.

“Si el estado realmente quiere enseñar el idioma y quiere que esa persona se adapte a su sociedad de una manera rápida, lo enseñaría bien”, agregó.

Para Ana Sánchez Muñoz, sociolingüista y profesora de estudios Chicanas/os en CSUN, la educación bilingüe no es suficientemente valorada entre un sector considerable de los legisladores y la población estadounidense.

Según ella, aunque EE.UU. es una nación multilingüe, ser bilingüe es más un lastre
que un beneficio porque las políticas del gobierno quieren eliminar la lengua materna de los inmigrantes, promoviendo la eliminación de las culturas e identidades de muchos pueblos.

“Lo que se hubiera podido hacer era mejorar y lo que se hizo fue quitar todo el dinero a la educación bilingüe, y hemos tenido en consecuencia un gran desastre”, indicó Sánchez. “Estamos teniendo más niveles de niños que dejan la escuela ahora que antes, sobre todo latinos”.

A pesar que el presupuesto para programas de educación bilingüe en California ha
sido recortado desde que la Propuesta 227 pasó en 1998, muchos académicos consideran que una educación bilingüe facilita el aprendizaje del nuevo idioma. Para Sánchez, el enfoque educativo de inmersión total en el inglés no es efectivo.

“Si tu tienes capacidad de escribir y leer en tu lengua materna, esas habilidades se pueden transferir a la otra lengua, pero lo que pasa con muchos inmigrantes es que no tienen esas habilidades de leer y escribir en su lengua materna porque no han tenido la posibilidad de educación”, señaló Sánchez antes de explicar que los efectos de la Propuesta 227 son evidentes entre jóvenes estudiantes, ya que no pueden mantener el nivel en el resto de sus asignaturas y van rezagándose académicamente.

“Si no tienes esas habilidades en tu lengua materna, ¿cómo las vas a adquirir en
una lengua que no entiendes?”, añadió.

“Pedagógicamente, esa idea de ‘hundirse o nadar’ no tiene ningún sentido”, dijo Amon Emeka, profesor de sociología en la Universidad del Sur de California (USC). “Han habido muchos estudios desde que pasó la Propuesta 227 y el número de reclasificación de gente que no habla inglés a gente que habla inglés no ha cambiado, y en realidad ha empeorado desde 1998”.

Adaptación es la gravitación de los promedios educacionales, financieros, profesionales y de vivienda entre inmigrantes hacia los promedios de los ciudadanos estadounidenses, según Emeka, quien se especializa en adaptación de inmigrantes y desigualdad racial.

“Hay esta imagen de una corriente continua de inmigrantes cruzando la frontera, que van a ser pobres y que van a ser una carga para el gobierno, pero el uso de servicios sociales es muy bajo porque no califican o porque están asustados de utilizarlos”, dijo Emeka luego de explicar que uno de los problemas en EE.UU. es que el debate sobre inmigración se centra sólo en el impacto fiscal de los inmigrantes y no en el tiempo que les toma adaptarse al país.

“¿Quién va a hacer el trabajo si no hay inmigrantes?”, agregó. “Todo esto está sucediendo en el contexto de los baby-boomers (estadounidenses nacidos entre 1946 y 1964) envejeciendo. En algún momento habrán muchos retiro y muchos trabajos por cubrir, y los estadounidenses no tienen tantos bebés como solían”.

En sus investigaciones, Emeka ha concluido que los inmigrantes blancos tienden a ser más exitosos y los inmigrantes negros menos exitosos que los demás grupos, mientras que los asiáticos y latinoamericanos están en el medio. Él considera que se debe a la estructura de poder de la sociedad, ya que “no es una coincidencia que los trabajadores blancos obtengan los trabajos más codiciados y que todos los jefes también sean
blancos”.

Justamente esa desigualdad, intolerancia y falta de integración han hecho que a
Jordán, como muchos otros inmigrantes, se le haya dificultado adaptarse a la vida en EE.UU.

“No veo a qué adaptarme realmente porque la política de este país, la cultura de este país, la educación de este país no es lo suficientemente fuerte hacia lo que yo pueda adaptarme porque no veo comportamientos o patrones culturales hacia donde yo pueda ir”, comentó Jordán. “Lo que yo tengo que hacer es llenar mis expectativas, volver a reestructurar mi vida, desde el punto de vista idealista, racional, cultural, y eso es lo que estoy haciendo todos los días pero no necesariamente adaptarme a esa vida un poco vacía que tienen los americanos”.

Además de aprender otro idioma, los inmigrantes tienen que familiarizarse con un
nuevo sistema y cultura, que a veces pueden contradecir sus valores culturales. Jordán cree que la mayor dificultad de adaptarse a Los Ángeles ha sido lidiar con la soledad, que
es producto de lo peculiares que son las relaciones interpersonales en EE.UU.

“Ese fue uno de mis principales enemigos porque vengo de un país donde la soledad no existe prácticamente, en cambio aquí la soledad es lo primero que encuentras”, dijo Jordán. “Y es una cosa negativa porque la soledad no es algo positivo”.

“Creo que la paso y la voy a pasar mal toda mi vida”, explicó Sánchez. “Me he resignado porque sé que en esta ciudad no es fácil, por la distancia y el sistema de prioridades es diferente. El trabajo es muy importante aquí, más que las relaciones”.

No obstante, Jordán y Sánchez también creen que los problemas de adaptación no sólo se manifiestan en dificultades para aprender el idioma o socializar, sino también en una falta de políticas de integración por parte del gobierno. Además, ambos coincidieron que grupos conservadores han aprovechado los ataques del 9/11 para avanzar sus ideas, las cuales son la fuente del rechazo contra los inmigrantes.

“Ha habido una coexistencia no demasiado equitativa ni pacífica a lo largo de la historia
de los EE.UU.”, dijo Sánchez. “Es un mezcla de agua y aceite, o sea hay muchos niveles pero no están integrados”.

“Es todo un sistema de opresión, de limitación, que hace que el inmigrante se quede en la orilla, y después se le reclama el porqué no se adapta cuando no se le permite”, expresó Jordán.

Cuando Jordán se fue temprano de la marcha del parque MacArthur, aquel Primero de Mayo de 2007 que terminó con manifestantes heridos por la represión policial, lo hizo
convencido que estaba presenciando la consolidación del despertar social de los inmigrantes en EE.UU., que empezó con las protestas nacionales de 2006.

Para él y Ruth Milkman, profesora de sociología de la Universidad de California en
Los Ángeles (UCLA), esas protestas fueron importantes porque generaron un movimiento y un necesario debate a nivel popular y legislativo.

“En esas marchas mucha de la gente presente no eran inmigrantes”, dijo Milkman, directora del Instituto de Investigación de Trabajo y Empleo. “El proceso de construir
esa coalición tiene que salir del movimiento de trabajadores, nadie más va a poder hacerlo en este momento”.

“El desafío es hacerlo en una escala más grande, donde de verdad tenga un impacto”, agregó. “Hay mucho camino por recorrer antes que sea algo transformativo”.

No solamente hay que hablar de justicia e integración social, pero también es necesario respetar la dignidad de todas las personas, sin importar su lugar de nacimiento o estatus legal, opinó Jordán, quien recientemente celebró el segundo cumpleaños de su hija Francesca, producto de la relación que mantiene con una inmigrante húngara de segunda generación.

“La cultura es una forma de vida, más que una ideología”, concluyó Jordán, luego de decir que los esfuerzos xenófobos de grupos conservadores estadounidenses son inútiles ya que EE.UU. es un país de inmigración tradicional, especialmente de latinos. “¿Cómo otra cultura va a decirte que tu cultura no sirve o que tu manera de vivir es incorrecta? Al contrario, tienen que reconocerla, respetarla y no intervenir”.


Alonso Yañez/ El Nuevo Sol
Fidel Jordán, a Peruvian immigrant, with his two-year-old daughter Francesca.