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Activismo en medio de la tristesa realidad de deportación Como cualquier otro día, la mañana del 24 de septiembre, 2007 empezó con un beso. Lali se despidió de su esposo Will, amorosamente antes que ella se fuera a trabajar. Sin embargo, desde ese día, su familia ha cambiado dramáticamente. Poco después de que ella saliera a su rutina laboral, seis hombres uniformados tocaron a la puerta de su casa y se llevaron a su esposo a la fuerza. Will había regresado de su jornada como jardinero, labor que desmpeñaba cotidianamente, a pesar de que hacía un año había sido ordenado a salir del país. Los dos hijos de la pareja, Willi de 21 años y Kefin, de 12, se quedaron perplejos, sin saber qué hacer. “Me puse nervioso y empecé a llorar”, afirmó Kevin, “Esposaron a mi padre y se lo llevaron, yo no quería irme a la escuela”. Sentada pensativamente en un Restaurante Jack in the Box, esta peruana de 42 años recuerda estos tristes momentos vividos. Este lugar público es el único espacio donde pudimos conducir esta entrevista ya que su estatus migratorio no la deja salir confiadamente. En ella existe una realidad dentro de una melodía amarga que se canta cada día, encubierta en las caras de miles de inmigrantes que luchan por sobrevivir en Estados Unidos. Durante los días posteriores a la deportación de su padre, Willi y Kevin sufrieron emocionalmente y las consecuencias se hicieron evidentes en sus resultados académicos. “Al regresar a la escuela después de una semana, mis grados fracasaron”, indicó Kevin, quien ahora cursa en el séptimo curso. Por su parte Willi, quien ahora está por recibir su título en relaciones internacionales y ciencias políticas en UCLA, tuvo que salir d euna clase a mediados de semestre. Los jóvenes recuerdan también cómo sufrió su madre durante este tiempo: “Mi mamá estaba triste por no tener mi papa en su vida”, dijo Kevin. Para agregar a su desesperación, la familia fue rechazada por la iglesia donde asistía a misa cada semana. Duratne este año, Lali ha tenido que hacerse valiente y afrontar el llevar adelante su hogar en soledad. Sin embargo, afirma que después de todo lo que le ha ocurrido, ha aprendido que con tiempo y mucho trabajo nada es imposible: “No me siento desdichada … mis hijos son mi tesoro,” explicó. “Hay que seguir adelante.” La familia de Lali ha estado luchando por el «sueño americano» desde 1990, cuando el gobierno empezó a ofrecer asilo político a los peruanos que resentían los problemas socioeconómicos del país. “Te sientes protegido porque te estás escapando de un sistema de peligro”, señaló Lali. “Más bien te aseguran que eres legal”. Con el paso del tiempo, Lali ha conseguido hacerse dueña de su propio negocio de limpieza. Además, se encargaba de buscar programas educativos para sus dos hijos. Mientras, su esposo se ocupaba de su negocio como jardinero. En el año 2000, diez años después de pedir asilo político, un juez del noveno circuito le dijo a Will que ya se tenía que regresar a su país natal porque en acordanza con la ley, el Perú ya no estaba en circunstancias inestables. El juez ordenó que se entregara lo más pronto posible a las agencias de inmigración. Sin embargo, él continuó trabajando. “¿Cómo pueden hacer a alguien que se espere 10 años para después decirle que se tiene que ir?” pregunta Willi, quien ahora se encarga de continuar con el negocio de jardinería que su padre desafortunadamente tuvo que dejar. El muchacho ha conseguido compaginar sus estudios con el trabajo pues continúa con la universidad mientras que los fines de semana se dedica a cortar el zacate de sus clientes, junto con sus trabajadores. A pesar de la distancia, la familia se mantiene en comunicación con Will. Cada verano, Lali manda a Kevin a visitar a su padre en Perú y ella se despide de su esposo cada noche antes de acostarse. Pare ellos, esta experiencia horrenda se ha convertido en un activismo profundo, buscan una justicia para los miles de inmigrantes indocumentados que viven en este Estados Unidos. La familia ha participado en marchas y todos sus integrantes han sido entrevistados por los medios de comunicación locales. Kevin, quien nació en este país, ha salido a marchar con cartel en mano. Willi participa en un grupo que reconoce y demanda derechos para estudiantes universitarios indocumentados en UCLA llamado I.D.E.A.S. “En el futuro me gustaría ampliar mi negocio de jardinería”, comentó Willi, y agregó que también le gustaría ser escritor de temas progresistas. Lali dice que en 2009, ella y Kevin tal vez se mudarán a Perú. “No es justo que mi hijo menor siga creciendo sin su padre,” comentó Lali. “Quisiera que por lo menos los tres estemos juntos, aunque afuera de nuestro país”.
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