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Alejandro Crisanto Prudente

Por Adriana Olivárez Unzueta

Cuando Alejandro Crisanto Prudente llegó a la Casa Hogar Las Memorias, el médico le dijo que viviría un máximo de tres días. Hoy, después de cinco años, Prudente recuerda los amargos días después de saber que había adquirido el VIH.
           
Prudente, de 33 años, contrajo el VIH por medio de su pareja, quien por seis años le ocultó que era portador del virus. Prudente nunca pudo comprender cómo, después de tanto tiempo, su pareja le ocultó algo tan importante. Todavía recuerda ese día.

“Todo lo que él me dijo fue: ‘I am sorry, I love you’”, explicó Prudente, pero ese mismo amor casi lo lleva a la muerte.

La transición no fue fácil. Él recurría al alcohol para lidiar con sus problemas. “¿Por qué me infectó?”, era una pregunta que continuamente le abrumaba. Su tendencia a tomar para olvidar su tristeza fue sólo el primer problema que surgió después del contagio, luego vinieron las infecciones, la perdida de peso y una depresión muy fuerte. Prudente dice que al abandonar Los Ángeles, su deterioro tanto físico como emocional transcurría de la misma manera.

“El virus solo empezaba a terminar conmigo”.

Sin preguntas, sin reproches y con la desilusión más grande de su vida, Prudente dejó a su pareja en Los Ángeles y viajó a Tijuana. Al llegar a esta ciudad, el virus ya en desarrollo lo dejó en coma por casi tres meses.
           
Durante estos tres meses que Prudente paso en coma, su madre estuvo con él, pero su condición física requería de una ayuda que sólo el hogar Las Memorias le podía brindar. Prudente volvió a vivir, pero su realidad fue mucho peor, pues al despertar del coma, toda la parte derecha de su cuerpo quedó inmóvil.
           
Su vida antes del virus era muy placentera. Prudente radicaba en Los Ángeles. Como estilista disfrutaba de sus clientes, hacía cortes, peinados y tintes, su carrera era muy satisfactoria. También vivía con la persona que dice es el amor de su vida. El mismo que lo infectó.

Su relación era seria, llevaban viviendo seis años juntos y Prudente describe a su ex pareja como un hombre bueno que nunca lo maltrató y siempre estuvo a su cuidado: “Él nunca me pegó, me hacía de comer, me lavaba mi ropa, siempre fue bueno”. Esta fue su última relación, pues Prudente nunca pudo volver a enamorarse otra vez.
           
A diferencia de muchos de sus compañeros de la Casa Hogar, Prudente estaba muy familiarizado con el VIH, pues era voluntario educador de salud en la clínica Las Américas en Los Ángeles. Participaba en un programa que educaba a adolescentes sobre el peligro del sida y otras enfermedades de transmisión sexual. Por esta misma razón, siempre usaba condón con su pareja. Sin embargo, después de cinco años y de fomentar una relación estable y monógama, Prudente confió en la honestidad de su pareja y así fue como se infectó.
           
A pesar de que su ex pareja lo ha buscado, Prudente prefiere no volver a verlo nunca, no porque le guarde rencor, sino porque siente ya no ser el mismo.

“No es la vanidad, yo se que nada seria igual, prefiero cerrar este capitulo de mi vida con los buenos momentos”.
           
La recuperación física de Prudente ha sido lenta, pero la emocional, no. No es rechazado por su familia, como muchos enfermos, pero prefiere quedarse ahí, pues está eternamente agradecido, y parte de su agradecimiento consta en ayudar a otros de la misma manera en que se le ayudó a él.

“La Casa me ha dado muchísimas cosas, cuando llegué, mi vida era un infierno. Hoy estoy muy feliz”, dice sonriendo y con un gesto de orgullo. “Aquí estoy encargado de la cocina, he vuelto a ser una persona muy útil, y con mi mano izquierda he aprendido a cocinar, estoy muy contento”.
           
Prudente pasa la mayor parte de tiempo en la cocina, donde es el encargado de organizar y cocinar para los pacientes desayuno, comida y cena. Sus días se pasan rápido, pues siempre está ocupado con los preparativos. A pesar de sus dificultades físicas y el dolor que causó el engaño del amor de su vida, le sonríe a la vida.
           
Su amor a la música lo ha llevado ha aprender a tocar el piano con la mano izquierda, en donde piensa aprender a tocar uno de sus temas preferidos de Gloria Trevi.
           
Prudente no mira hacia atrás, su pasado no lo abruma. Él sólo mira hacia el futuro y con orgullo. Vive cada día con la intensidad de que puede ser el último, su salud física es tan estable como la mental.

“El amor también mata, pero la vida no deja de ser hermosa”, finaliza.