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Raúl Ramírez Rojas

Por Alonso Yáñez
El Nuevo Sol, 23 de mayo de 2007

Raúl Ramírez Rojas, de 37 años de edad, era otro caso más de una vida perdida, delinquiendo y prostituyéndose en las calles para poder financiar su adicción a la heroína y cristal.

Fueron días grises, según cuenta, llenos de tristeza, dolor y frustración.

Pero tras recuperarse y dejar las drogas hace 8 años, logró estudiar  en la Escuela  de Enfermería de la Cruz Roja y se convirtió en uno de los pilares de La Casa Hogar Las Memorias en Tijuana, México. Hoy en día, su satisfacción no pasa por buscar la siguiente dosis de droga, sino por atender a los pacientes y ver cómo van recuperándose paulatinamente.

Actualmente, Ramírez es el único enfermero en el albergue, atendiendo aproximadamente a 30 pacientes, y trabajando en lo que él considera su vocación. Una vocación que no hubiera encontrado si es que no se hubiese internado en el programa de rehabilitación ofrecido en el Centro de Integración para Enfermos de Alcoholismo y Drogadicción (CIRAD). Fue ahí donde empezó su trabajo con enfermos y toxicómanos.

“En la actualidad, llevo ocho años sin drogas y perteneciendo a CIRAD, que me becó para estudiar”, comentó Ramírez. “Quizás no estudié medicina porque no tenía la preparatoria, pero estoy satisfecho con la enfermería porque tiene un amplio campo de trabajo dentro de la salud”.

Luego de recuperarse de su propia adicción, Ramírez fue becado por CIRAD para estudiar enfermería, llegando poco después al hospicio para brindar su apoyo. Ahora, él considera que el panorama se le ha abierto en varios aspectos del sentido profesional, permitiéndole tener una mayor comprensión de diversas enfermedades, sus tratamientos y prevenciones. No obstante, Ramírez cree que principalmente creció en el sentido humano, ya que acompañar a los pacientes y darles una atención de primera lo hacen muy feliz, hasta el punto que describe su trabajo como un “despertar espiritual”.

“Sentí algo muy profundo al atender a una persona o ver que llegaron con un cuadro clínico agudo y hoy en día esta parándose de su cama y caminan, o tienen un servicio en la cocina”, comentó hace poco. “Esto es gran satisfacción para mí y digo Dios existe”.

Sin embargo, su arduo trabajo no es fácil ni remunerado. Tijuana es uno de los focos de una epidemia que afecta al mundo desde hace décadas. Estudios recientes señalan que Tijuana, por ser una ciudad fronteriza con altos índices de drogadicción y prostitución, tiene un índice de contagio tres veces más alto que el del resto de México. Según lo que Raúl dijo hace poco en una entrevista, en Baja California las drogas intravenosas y la promiscuidad hacen que haya una epidemia de tuberculosis pulmonar, hepatitis C y sida.

“Tijuana es una ciudad endémica”, comentó.

A pesar de todas las dificultades que ha tenido que enfrentar en su vida, agradece constantemente a Dios, ya que él no es portador de VIH después de haberse prostituido para luego inyectarse heroína o cristal. Trabajar como enfermero, ayudando pacientes que sufren cuadros agudos de sida y sus típicas enfermedades oportunistas, es una bendición de Dios, después de haber hecho las mismas cosas que sus pacientes hicieron para terminar así.

La idea de estudiar enfermería surgió después de una fuerte experiencia que tuvo cuando estaba transportando a un paciente de sida al hospital general. El paciente, que presentaba un cuadro agudo de neumonía, insuficiencia renal y diabetes descompensada, murió en el camino.

“La fuerte impresión me motivó a querer estudiar algo relacionado con la medicina”, dijo.

Había descubierto su vocación. Ahora dice que a pesar de que él sabe que en el futuro probablemente trabajará en otro lugar donde reciba remuneración, igual continuará su compromiso con el albergue, ayudando a pacientes de VIH y sida.

“Nosotros no escogimos la carrera de enfermería. La carrera nos escogió a nosotros”, dijo.

El problema de la epidemia, según él, pasa por el aspecto preventivo. Aunque los pacientes de estas enfermedades reciben medicina gratuita por el Seguro Popular, es mucho mejor promover el uso del condón, la rehabilitación de drogas y, en caso que la persona no quiera rehabilitarse, la educación sobre el uso adecuado de la jeringa, informándolos sobre cómo desinfectarla y utilizarla.

Aunque la titánica batalla contra la epidemia pasa por muchos aspectos, como el educativo e higiénico, Ramírez sabe que el aspecto psicológico es vital para recuperarse. Por eso, es un enfermero apreciado por los pacientes, ya que estos reciben constantes palabras de apoyo e información sobre su enfermedad. Según él, la higiene, nutrición, palabras de apoyo, educación van aunados con el tratamiento con medicinas.

Además, su labor social no tiene fronteras. Después de terminar la carrera, piensa seguir una especialidad. Actualmente, se inclina por el momento por la enfermería quirúrgica o la especialización de cuidados intensivos. Luego, piensa aceptar una invitación de una amiga para ir a África a trabajar con pacientes de VIH, y ofrecer su valiosa experiencia para combatir la epidemia en dicho continente.