Ilustración de Ricky Huaynate y Alondra Hernandez

Nuestros sueños no pueden esperar más

Hoy, camino por la universidad con un nudo en la garganta.

Entiendo que mi sueño más anhelado de ser doctora cuelga de un hilo sostenido por el congreso de Estados Unidos. Soy parte de miles de estudiantes que vivimos día a día luchando y siguiendo adelante con nuestros estudios a pesar de no saber si este país que nos vio crecer nos dará la oportunidad de darle las gracias a través de nuestro talento.

Llegué a este país con mis padres cuando tenía seis años. Mi hermanito apenas tenía dos añitos. La situación económica en México forzó a mis padres a tomar la decisión de dejar su tierra natal en busca de una mejor vida para mi hermano y para mí. Yo nunca los he culpado ni los culparé porque yo hubiera hecho lo mismo. Gracias a ellos, soy lo que soy: una mujer educada y lista para enfrentar los obstáculos de la vida.

Desde que llegamos, la vida no ha sido fácil para nosotros. Los niños en la escuela se reían y se burlaban de mi por no saber inglés y aquella niña vibrante que vino de México se cerró por un tiempo. Mi papá empezó a trabajar de lo único que él sabía, la mecánica, y mi mamá optó por quedarse en casa a criar a sus dos hijos. Recuerdo que pasamos un poco de hambre en aquellos tiempos. A veces teníamos que juntar centavos para comprar una paleta después de la escuela. Fueron tiempos difíciles que marcaron mi vida para siempre pero que también me dieron fuerzas para seguir luchando.

Cuando llegué al quinto año de primaria, ya era considerada una niña dotada, y aquellas risas de burla ya no se escuchaban. Mis padres me dieron fuerza y mucho apoyo para salir adelante. Continúe mis estudios sobresalientes y me gradué de la preparatoria con honores en el 2002. Hoy, soy una estudiante universitaria, como siempre lo soñamos mis padres y yo. He terminado una licenciatura en sociología, una subespecialidad en psicología y estoy trabajando en completar los requisitos para entrar a la escuela de medicina. Mis estudios han sido posibles por medio del sudor de la frente de mis padres y de algunas becas privadas que he recibido.

Sin embargo, es ahora que me topo con una pared. Siento un gran dolor en mi corazón cuando me pongo a pensar qué va a pasar cuando yo me gradúe de la universidad. Siento desesperación y enojo al pensar que la política no me quiere dar la oportunidad de seguir demostrando que yo puedo hacer y que quiero regresar con muchas ganas todo lo bueno que me ha ofrecido este país.

Por eso, el DREAM Act es la esperanza que estudiantes como yo estábamos esperando. El DREAM Act nos daría residencia condicional mientras cumplamos ciertos requisitos y un camino a la ciudadanía. Mis sueños y los sueños de mis compañeros no pueden esperar más. Creo que merecemos la oportunidad de seguir adelante. Somos una fuerza profesional lista para beneficiar a este gran país de oportunidades.