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Fotos por Ernesto Elizarraraz |
Xocoyotzin Herrera, profesor de Estudios chicanos músico y etnomusicólogo especializado en musica mexicana. |
Los narcocorridos siguen siendo populares entre jóvenes
Por: Alonso Yáñez
Son las 7:30 de la mañana de un día escolar típico en el Valle de San Fernando. Aunque no es cosa de todos los días, Ricardo Ramírez, 24 años, lleva a su primo menor Ricky a la escuela secundaria de North Hollywood.
En el camino, el Subaru Impreza verde de Ramírez vibra con los sonidos desafinados e intermitentes de tubas y trompetas de uno de sus discos favoritos, mientras Ricky golpea la puerta del coche al ritmo de la canción. Aunque habla español, Ricky no entiende el significado real de la letra, pero repite las palabras de memoria porque las ha escuchado docenas de veces.
En la canción, Mario Quintero, vocalista del grupo Los Tucanes de Tijuana, usa modismos mexicanos para referirse a las tres drogas más populares traídas por los carteles a Estados Unidos: “Vivo de tres animales/ Que quiero como a mi vida/ Con ellos gano dinero/ Y ni les compro comida/ Son animales muy finos/ Mi perico (cocaína), mi gallo (marihuana) y mi chiva (heroína)”.
Aunque para Ramírez, estudiante michoacano de Valley College, este tipo de música es simplemente una canción folclórica, indudablemente representa también una conexión entre las nuevas generaciones y sus raíces mexicanas.
“La gente por querer experimentar más de la cultura mexicana a través de su música se pone a escuchar estos corridos y eso es lo peor que puede pasar”, dijo Xocoyotzin Herrera, etnomusicólogo y profesor de Estudios Chicanas/os en CSUN desde 1994. “Lamentablemente, el que no conoce a Dios ante cualquier palo se arrodilla”.
Actualmente, los narcocorridos han trascendido fronteras nacionales y explotado estereotipos, como parte de la metamorfosis que lo transformó de un pequeño fenómeno local en un negocio internacional multimillonario.
“Los narcocorridos son lo mismito que habla el gangster rap”, dijo Ignacio Guillén, músico y director de marketing de la disquera Batuta Records. “Que roleamos con dinero, que vendemos esto y que tenemos pistolas y mujeres”.
El reciente éxito comercial de los narcocorridos revitalizó el género de música regional mexicana, cambiando el mercado en áreas con alta concentración de latinos. En Los Ángeles, miles de fanáticos llenan lugares donde artistas como Lupillo Rivera se presentan, y han hecho las radios en español las más exitosas en Los Ángeles.
De acuerdo con la Asociación de la Industria de Grabaciones (RIAA), en el 2006 la música regional mexicana significó el 45 por ciento de los $595 millones producidos por la música latina en Estados Unidos.
“Por una parte, su estructura musical es pegajosa”, explicó Herrera sobre las causas del éxito del género. “Pero por otra parte, la manera como se narra el cuento, corta, intensamente y con mucho suspenso, [es] muy parecida a la novela mexicana”.
Además de crear controversia, los narcocorridos también produjeron legislación censuradora porque se le atribuye responsabilidad en las epidemias de crimen y drogas.
Aunque los latinos son sólo el 15 por ciento de la población penitenciaria en EE.UU., su promedio de ser sentenciados por un delito relacionado con drogas es el doble que el de los blancos, según cifras del 2006 de la Oficina de Estadísticas Judiciales.
“No conozco a ningún paisa que no haga drogas”, comentó Ramírez sobre la escena nocturna de narcocorridos en Los Ángeles.
“He visto bastante droga en este ambiente”, dijo Guillén, nacido y criado en el Este de Los Ángeles. “La droga más popular entre la mexicanada es la cocaína y ahorita están entrando fuerte las metanfetaminas”.
“Diría que (los narcocorridos) si te predisponen a estar involucrado en drogas o crimen”, señaló Herrera. “Obviamente con el hip-hop y los narcocorridos en México se está dando eso”.
Sin embargo, el tema del contrabando en los corridos es tan viejo como la Ley Seca en EE.UU. “Los Tequileros”, un corrido popular de esa época, narra la ejecución de tres mexicanos que intentaron pasar tequila de contrabando hacia el país del norte.
El antiguo corrido mexicano, maleable como el metal utilizado para construir una pared en la frontera, fue transformado desde los 1990 en un monstruo comercial que pinta a los narcotraficantes como admirados antagonistas del sistema, estableciendo al narcocorrido como otro matiz en la vasta paleta del folclor mexicano.
Sin embargo, no todos están seguros de su valor estético.
“Creo que existen otros géneros de corrido o música mexicana que demuestran mucha más sensibilidad, desarrollo, dignidad, complejidad en comparación con el narcocorrido”, concluyó Herrera. “En comparación con otros estilos musicales mexicanos, esto viene siendo un cero a la izquierda”.
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