SEDE VACANTE 1774

(September 22, 1774—February 15, 1775)



Conde de Florida Blanca
Statement of his Administration
(Memorial presentado al rey Cárlos III, y repetido á Cárlos IV
por el Conde de Floridablanca, renunciando el ministerio
)

(October, 1788)

 

Antonio Ferrer del Rio (editor), Obras Originales del Conde de Floridablanca (Madrid: M. Rivadeneyra, 1867) [Biblioteca de autores Españoles],   pp. 347-349:

... Me ha de permitir vuestra majestad que resuma aquí, para concluir esta representacion, las principales occurrencias del aquel cónclave, de cuyo pormenor quiso vuestra majestad instruirse, mandándome remitirle toda la correspondencia que llevé en él con los cardenales de las coronas y con otros.

La muerte del papa Clemente XIV habia dejado en el sacro colegio dos grandes y obstinados partidos.  El mayor y mas poderoso era el que llaman alli de los celantes, ó contrarios á las coronas, los cuales, acalorados de los ex-jesuitas extinguidos y de sus numerosos protectores, pretendian que la cátedra de san Pedro necesitaba un papa, lleno de fuego y de teson, que restableciese los derechos de la Santa Sede, que suponian perdidos ó perjurdicados, y reparase los daños que imputaban al predecesor.

Con estos desahogos dejaba ver el partido de los celantes que, si lograba elegir un papa como el que descaba, pensaria en destruir todo lo ejecutado por Clemente XIV, y poner para ello en combustion ó en gran peligro la paz de la Iglesia y de las potencias católicas.  La renovacion sola de la bula de la Cena, cuya publicacion habia mandado suspender el papa Clemente, era capaz de producir funestas consecuencias, y si á esto se agregaba revocar la extincion de los jesuitas y repetir los movimentos y resoluciones del papa Rezzonico en Parma, España, Francia, Nápoles y Portugal, vendrian á resultar turbaciones muy terribles.

Todo esto obligó á formar otro partido en el sacro colegio, que se componia de algunos votos, aunque poco más de la tercera parte de los cardenales. Sabo vuestra majestad que la elecion de papa no puede verificarse sin que concurran los sufragios de dos terceras partes completas de los electores reunidos en el cónclave; con la tercera parte y uno ó dos votos más, que los ministros de España y Francia conseguimos reunir á favor de las coronas, teniamos una exclusiva permanente para que no fuese papa el que no conviniese á las mismas coronas.

La gran dificultad consistia en conservar la firmeza y fidelidad de los diez y seis ó diez y siete vocales que componian esta tercera parte, y su aumento; cosa que estaba llena de espinas y desconfianzas, atendiendo al genio, edad, intereses y  relaciones de cada uno. Aseguro á vuestra majestad que este punto ocupaba continuamente mis desvelos y mis pasos, y que no es posible referir ni ponderar los cuidados y los medios de que hube de valerme para conseguirlo. Los cardenales de Bernis y Luines, y especialmente el primero, que llevaban la voz de Francia; Conti, que llevaba la de Portugal, y Orsini la de Nápoles, ayudaban cuanto podian; pero, encerrados en el cónclave y sujetos á las formalidades de él, no podian manejar todos los medios externos que en aquella córte tienen de mayor influencia.  El cardenal de Solís llegó tarde al cónclave, y aunque hizo cuanto pudo en sus fuerzas, la falta de conocimiento del país, del carácter de las personas y de la lengua le ponia estorbos insuperables.

Reflexioné que, si perdiamos la exclusion de votos, nos serviria poco la que llaman de coronas, pues estando reducida por costumbre á darla contra uno solo de los candidatos, y esto ántes de verificarse la eleccion, estábamos expuestos á una de dos cosas: ó que nos hallásemos con el Papa ántes de saberlo, como sucedió al cardenal Portocarrero y á don Alfonso Clemente en la eleccion de Clemente XIII, ó que dadas las exclusiones contra uno, dos ó tres, eligisen los celantes otro de los muchos acalorados que tenian en su partido.

Estos y otros inconvenientes me hicieron discurrir un nuevo expediente tan sólidamente fundado, como atrevido para el modo de pensar de aquel tiempo.  Hallé en los cánones antiguos y en las bulas primitivas, que tratan de elecciones de prelados, y señaladamente de los papas, que á la eleccion de ellos, que pertennece al clero, debia concurrir el consentimeiento del pueblo. Dije, pues, con valor y resolucion que, siendo los soberanos los cabezas y representantes del pueblo cristiano, debia acceder ó preceder su consentimiento para la eleccion de papa, y que,sin tal consentimiento, se exponia á una nulidad, la Iglesia á una cisma, y Roma á mil desastres en las circunstancias de obstinacion y encono en que se hallaban los partidos.

La fuerza y el calor de mis razones, apoyadas de los cardenales afectos, y singularmente del de Bernis, que descaba la paz de la Iglesia y la conclusion tranquila del cónclave, produjo el efecto deseado, y todo el sacro colegio entró en la idea ó la máxima de cocertar con las coronas, sus embajadores y ministros, las personas elegibles y prodias para conservar la quietud y la armonía con las mismas coronas.

Afianzado este gran principio, despues de cerca de tres meses de cónclave, restaba hallar el sujeto que llenase los deseos de todos. Se habian declarado los celantes por los dos cardenales Colonas, hermanos, hombres sin duda de virtud y crédito por su nacimiento y costumbres; pero la misma austeridad de su moral y la de sus máximas, en materias de inmunidad y de preeminencias romanas, los hacia ménos á prop&oacue;sito para el sistema de tranquilidad y armonía, que ya habian adoptado las córtes y el sacro colegio.

Conocí que era imposible con una tercera parte de votos, mantenida á costa de infinitos cuidados, sacar un papa de los de nuestro partido, y me resolví á proponer á vuestra majestad que pusiésemos la vista en uno de los del partido contrario, el cual, por su instruccion, su genio, la experiencia de sus máximas y la noticia ó el convencimiento que tendria de deber su eleccion á la España, le pusiescede nuestra parte en todo lo que permitiese la justicia.

Habia yo tratado el cardenal Braschi, siendo tesorero de la Santa Sede, asi en materias de oficio como en otras de confianza, y habia visto en él un genio franco, aunque pronto y vivo en sus primeros movimientos, una instruccion no comun y un carácter generoso y de mucho pundonor, exacto en el complimiento de sus palabras y amante de la gloria.  Este purpurado habia empezado su carrera al lado de Benedicto XIV, y aunque se hallaba en el partido de los celantes por gratitud á los Rezzonicos, me constaba que sus estudios, su erudicion y sus máximas eran muy diferentes de las que suelen tener los inmunistas ordinarios.

Ayudóme á hacer estas observaciones otro cardenal, que ya murió, amigo de Barschis quo estaba en el partido de las coronas, y despues de haber sondeado por su medio las verdaderas máximas y el sistema de aquel condidato, expuse á vuestra majestad que éste era el unico recurso para salir con decoro y utilidad general de tan largo y porfiado cónclave.

Se me aprobó el pensamiento, y tuve la fortuna de manejarle de modo, que todos los embajadores y ministros de las coronas, incluso el que tenía motivos de enemistad personal con Braschi, se formaron y pusieron en mis manos. Otro tanto hizo el sacro colegio con alegría extraordinaria, y en su consecuencia, con billetes que escribí, en la mañana del 14 de Febrero de 1775, á los cardenales de Solís, de Bernis, Orsini, Conti y Migazzi, que llevaban las voces de España, Francia, Nápoles, Portugal y Viena, se trató de proceder á la eleccion uniforme del que despues se ha llamado Pío VI.

Hubo una circunstancia muy particular en el escrutinio de la mañana de aquel dia, que hace ver la influencia y autoridad que el Rey de España tenía en el cónclave. Juntos casi todos los cardenales en la capilla Sixtina para la eleccion, y enterados, por mis billetes á los de Bernis, Orsini y Conti, de la conformidad de las coronas por Braschi, empezaron á extender y poner abiertos sus votos á favor de este cardenal en la caja en que se colocan.  Cuando ya estaban así declarados, entró el cardenal de Solís, que se habia retardado, y no habiendo recibido mi billete por una casualidad, expuso que sin él no podia consentir la eleccion. Por más que le mostraron los otros cardenales de las coronas los billetes mios, no fué posible reducir á Solís, y se adelanto á decir que protestaba la eleccion á nombre de vuestra majestad, si passaban adelante.  esta vos fué trueno que sorprendió y detuvo á todo el sacro colegio, y sin más disputa sacaron y recogieron sus votos de la caja los cardenales, haciendo un nuevo escrutinio.  Al concluirse el acto, y salir de la capilla, llegó mi billete á Solís, y con sola esta circunstancia quedaron ya de acuerdo todos los cardenales en reconocer y adorar á Braschi aquella noche, como á sucesor de san Pedro, y así hicieron públicamente la eleccion al dia siguiente.

Es ocioso pintar y exagerar ahora la gloria y las felices resultas de este ejemplar sin ejemplo para España, y áun para todas las naciones católicas, pues vuestra majestad y los hombres illustrados las conocen. El nuevo papa, por otra parte, no ha engañado nuestras esperanzas, pues no sólo se ha prestado á quantos deseos justos ha tenido vuestra majestad para la íglesia española y la felicidad de todos sus vasallos, sino que ha dado pruebas de una mansedumbre sacerdotal, desconocida en los pasados siglos, sobre los negocios más dificiles y más peligrosos para el gobierno eclesiástico, que han afligado y afligen á mucha parte de la Europa....

 

 


 

William Cox, Memoirs of the Kings of Spain of the House of Bourbon  Volume I (London 1813),   pp. 325-409, at 403-407.

 


March 15, 2014 10:49 AM

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